Unos años después, concretamente en el 1911 se amplió el complejo con la construcción de un casino y un parque de atracciones. No se escatimó en gastos, y la ampliación contó con un presupuesto de 2,5 millones de pesetas, una cantidad desmedida en aquella época. El casino fue todo un símbolo de la sociedad burguesa de la época, el hotel y el restaurante contaban con toda clase de lujos: chefs procedentes de París, unas habitaciones de decoración exquisita, oratorio público, grandes jardines con vegetación exótica...
El gran Casino se construyó con el objetivo de ser el edificio más majestuoso de toda Barcelona y ridiculizar así a las construcciones llevadas a cabo hasta entonces. El día de la inauguración asistieron famosos, empresarios influyentes, periodistas y políticos.
El parque de atracciones fue creado basándose en modelos americanos, la montaña rusa media 2 kilómetros y disponía de un túnel de 57 metros, del cual aún siguen quedando partes en buen estado.
El declive del Casino empezó poco después, por los problemas que llevaba consigo el juego. Hubieron familias que perdieron grandes fortunas dentro de estas paredes, y en muchas ocasiones, hombres que se vieron desbordados por la situación y acabaron suicidándose. Cuentan las malas lenguas, que incluso se llegaron a habilitar algunas estancias para que estas personas pusieran fin a su vida de una forma digna. Así fue como, en el año 1912, el juego empezó a ser perseguido y prohibido por el gobernador, durante este periodo siguió la actividad del hotel y del parque de atracciones. Más tarde, el casino volvió a activarse, hasta que el juego volvió a ser prohibido por el general Primo de Rivera en el año 1929, y totalmente clausurado en el 1930.
Durante la Guerra Civil Española, el Gran Hotel Casino fue utilizado como refugio y cuartel, y fue en el 1940 cuando las instalaciones fueron derribadas, dejando los pocos restos que hoy podemos divisar.
Video de nuestra investigación:
Óscar J.Escobar
Raquel Martínez Gutiérrez
Capitán Rupert
Javito Alonso
Tania Ortega
Óskar Higueras
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